miércoles, 5 de septiembre de 2018

TRIDUO EN HONOR DEL SANTO NIÑO DEL REMEDIO






TRIDUO EN HONOR DEL SANTO NIÑO DEL REMEDIO

En el nombre del Padre,  del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. 

ACTO DE CONTRICIÓN PARA
TODOS LOS DÍAS

   Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en quien creo, en quien espero, a quien amo más que a mi vida, más que a mi alma, más que a todas las cosas: me pesa, Señor, de haberos ofendido, porque sois infinitamente bueno,  misericordioso y digno de ser amado; yo propongo firmemente la enmienda, de nunca más pecar, apartarme de toda ocasión de ofenderos; prometo confesarme, cumplir la penitencia que me fuere impuesta, ofrézcoos mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados y prometo también ser esclavo vuestro y de vuestra Santísima Madre, bajo cuyo amparo deseo vivir y prometo morir. Amén.


ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

    La excelsa Reina de los Cielos, al bendecir con su divina presencia nuestra Nación, mi alma cree con fe inmensa que no sólo lo hizo para derramar sobre todos los españoles las fragancias delicadisimas de su predilección, sino para anunciarnos también que llegaría día en que las oleadas de su amor maternal serían cristalizadas en una devoción ¡inmensa!, en un faro de luz, que desde España iluminaría al mundo entero, pulverizando las ambiciones, desterrando los odios, exterminando las luchas y uniendo todos los corazones con las dulcísimas cadenas del afecto, del amor y del cariño.

El faro de luz habéis sido Vos, Divino y Santo Niño, al extender vuestra devoción por otras naciones, desgranando en todos los corazones la esperanza grandísima de que esta devoción habrá de cicatrizar todas las amarguras, todas las penas, todos los dolores. Yo así lo espero, y a esta esperanza uno la especial petición que al rezaros este Triduo, espero alcanzar de vuestra divina misericordia, si no es opuesta a la salvación de mí alma. Amén.


ORACIÓN PARA EL DÍA PRIMERO

En vuestra infancia, Jesús mío, vibran sin cesar tres sentimientos delicadisimos, que nos presentan con claridad portentosa una eternidad de dichas, de consuelos, de alegrías interminables.

 La obediencia, la sabiduría y la ternura son estos sentimientos, que constituyen las ambrosías ¡más bellas! que cuidó con especial esmero nuestra amantísima Madre en vuestro Divino corazón.

 Ya invoco en esta oración, con el mayor de los fervores, el primero de estos sentimientos, para que, difundido por todas las inteligencias de los seres humanos, las inclinen a practicar las admirables enseñanzas de nuestra sacrosanta Religión. 

En esta creencia depósito humildemente la súplica que os eleva mi alma al pediros, Niño Divino, que atendáis la petición que os formulo con el mayor de los respeto. Amén.
      

(Aquí se hará la petición y se rezará la Salve y la oración final a la Santísima Virgen).

 Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María!
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. 
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.


ORACIÓN  FINAL A LA SANTÍSIMA VIRGEN
(Que se rezará los tres días del Triduo)
¡Virgen, Santísima!, especial abogada de los pecadores: presentad a vuestro Divino Hijo nuestras plegarias y humildes súplicas, que espero firmemente serán, por este medio, atendidas, pues ¿qué pediréis al Señor como Madre que no os lo conceda inmediatamente? No me abandonéis, Madre querida, en ninguna de mis aflicciones ni en ninguno de mis trabajos, y sed Vos, Madre mía, quien lleve mi alma al cielo. Amén.

Se termina con esta jaculatoria:
   V. Preciosísima María, por tu pura Concepción, 
R. graba en nuestro corazón, tu santo amor noche y día. 



ORACIÓN PARA EL DÍA SEGUNDO

¡Qué fervor tan grande grabáis en nuestro corazón, ¡oh, Santo Niño!, al reproducir en nuestra inteligencia las corriente de asombro, de admiración y de entusiasmo que al escuchar vuestra Divina palabra en el Templo acariciaban los entendimientos de los doctores, de los ancianos, de los hombres que el pueblo de Israel consideraba como supremos maestros.

Electrizados por la sublimidad de las santas doctrinas que fluían de vuestras divinas palabras, aquellas gentes sentían cruzar por sus corazones anhelos que aumentaban su fe, anhelos que electrizaban sus creencias, anhelos que vertían en sus voluntades fuerzas, energías potentes para extender los destellos de vuestra divina sabiduría. 

Yo invoco, Jesús mío, estos anhelos, y en ellos deposito el que siente mi alma al suplicaros que os dignéis otorgarnos la merced que os pido en este Triduo, si no es opuesta a la salvación de mi alma. Amén.

(Aquí se hará la petición y se rezará 
la Salve y la oración final a la Santísima Virgen 

 Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María!
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. 
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.


ORACIÓN  FINAL A LA SANTÍSIMA VIRGEN
(Que se rezará los tres días del Triduo)
¡Virgen, Santísima!, especial abogada de los pecadores: presentad a vuestro Divino Hijo nuestras plegarias y humildes súplicas, que espero firmemente serán, por este medio, atendidas, pues ¿qué pediréis al Señor como Madre que no os lo conceda inmediatamente? No me abandonéis, Madre querida, en ninguna de mis aflicciones ni en ninguno de mis trabajos, y sed Vos, Madre mía, quien lleve mi alma al cielo. Amén.

Se termina con esta jaculatoria:
   Preciosísima María, por tu pura Concepción, graba en nuestro corazón, tu santo amor noche y día. 


ORACIÓN PARA EL DÍA TERCERO

   Al rezaros este Triduo, Santo y Divino Niño del Remedio, mi alma, por singular favor de nuestra Madre amantísima, aprecia en toda su esplendidez las corrientes de ternura que la Reina de los cielos depositaba constantemente en vuestro Corazón.

 Como sublime concepción de las fragancias de los aromas que emanan de estas ternuras, nuestra Madre idolatrada conforta nuestros corazones, haciéndonos concebir una visión deliciosa del porvenir.

Vuestros devotos, Jesús mío, en número considerable, las difundirán sin cesar, cicatrizando todos los dolores, borrando todas las amarguras y haciendo que sean la base más firme para fusionar el corazón de todas las criaturas con Dios Nuestro Señor.  

Por este amor supremo yo me atrevo a rogaros que escuchéis con benevolencia la petición que formulo en este Triduo. Amén.

Aquí se hará la petición y se rezará la Salve y la oración final a la Santísima Virgen 

 Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María!
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. 
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.


ORACIÓN  FINAL A LA SANTÍSIMA VIRGEN
(Que se rezará los tres días del Triduo)
¡Virgen, Santísima!, especial abogada de los pecadores: presentad a vuestro Divino Hijo nuestras plegarias y humildes súplicas, que espero firmemente serán, por este medio, atendidas, pues ¿qué pediréis al Señor como Madre que no os lo conceda inmediatamente? No me abandonéis, Madre querida, en ninguna de mis aflicciones ni en ninguno de mis trabajos, y sed Vos, Madre mía, quien lleve mi alma al cielo. Amén.

Se termina con esta jaculatoria:
   Preciosísima María, por tu pura Concepción, graba en nuestro corazón, tu santo amor noche y día. Amén.  
                                            



ROSARIO DEL SANTO NIÑO DEL REMEDIO





ROSARIO DEL SANTO NIÑO DEL REMEDIO



Por la señal de la Santa Cruz,
de nuestros enemigos, 
líbranos Señor Dios nuestro. 
En el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.


ACTO DE CONTRICIÓN 

 

   Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en quien creo, en quien espero, a quien amo más que a mi vida, más que a mi alma, más que a todas las cosas: me pesa, Señor, de haberos ofendido, porque sois infinitamente bueno,  misericordioso y digno de ser amado; yo propongo firmemente la enmienda, de nunca más pecar, apartarme de toda ocasión de ofenderos; prometo confesarme, cumplir la penitencia que me fuere impuesta, ofrézcoos mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados y prometo también ser esclavo vuestro y de vuestra Santísima Madre, bajo cuyo amparo deseo vivir y prometo morir. Amén.

 

Santo Niño del Remedio, 
dulce emblema de ternura,  
encanto del alma mía, 
mi amor, mi bien, mi ventura. 

Remedia todos mis males, 
atiende mis peticiones, 
consuela todas mis penas 
y escucha mis oraciones. 

En tanto que, reverente, 
Niño Divino y Glorioso, 
te digo con alma y vida: 
      Salúdote Niño hermoso.       

Este saludo o advocación se repetirá diez veces, y al final de cada decena se rezará: un Avemaría y el Gloria Patri. 

V: Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. 
R: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

V: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. 
R: Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.


ORACIONES FINALES:

Terminando las 5 decenas del Santo Rosario se termina con un Padrenuestro, un Credo y una Salve.


Padre Nuestro, que estás en el Cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.  

R: Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.

          Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.  

Amén.

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María!

V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.  
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

 

ACTO DE AMOR

 A LA SANTÍSIMA VIRGEN

 

Quisiera, Virgen María,

Madre mía muy amada,

Tener el alma abrasada

En vuestro amor noche y día.

¡Oh, dulce Señora mía!

Quien tuviera tal fervor

Que aventajara en ardor

A los Serafines todos,

Amándoos por cuantos modos

Inventó el más fino amor.

R. Amén.

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EL TRIDUO EN HONOR AL SANTO NIÑO DEL REMEDIO



viernes, 17 de agosto de 2018

HISTORIA.


Breve historia del Santo Niño del Remedio

La imagen del Santo Niño del Remedio, una de  las más veneradas en la capital de España, tiene una singular historia.

D. Pedro y su hija Ines
El 7 de agosto de 1897, D. Pedro Martín Marrazuela, dueño de un taller de encuadernación en la calle Costanilla de los Ángeles nº 4, compró la imagen a una señora que se marchaba a Cuba y se desprendía de sus enseres. 
Fue un amigo de D. Pedro quien se enteró de la venta y fue en busca del piadoso encuadernador para convencerle de que comprase la imagen, estaba convencido que no había mejor lugar que la trastienda de su taller y la piedad de esa familia para acogerla. Con tales argumentos logró sacar a D. Pedro del ensimismamiento de su trabajo para ir a ver la imagen, pero, a pesar de que le encantó y deseaba tenerla en su hogar, confesó a su amigo que no tenía entonces las cien pesetas que la señora pedía por ella. 
Todo lo resolvio su amigo prestándole el dinero inmediatamente. De esta manera llegó la imagen del Santo Niño a la calle Costanilla de los Ángeles, muy cerca del emplazamiento de su posterior Oratorio. 

Con el Niño le entregaron una coronita de espinas que pendía de una mano, tres potencias de hojalata como signo de divinidad y una banda de seda de color granate bordada con hilo de oro.

D. Pedro era viudo y tenía dos hijas -camareras de la Virgen del Olvido que se veneraba en la iglesia de San Francisco el Grande-, que nada más ver la imagen del Niño se entusiasmaron con ella y la situaron en lugar privilegiado.

 Al día siguiente los tres pensaron en darle una advocación y acudieron en busca de consejo al rector de la cercana iglesia de Santa Catalina de los Donados. Éste estaba a punto de celebrar misa y les dijo que escribieran en varios papeles las advocaciones de su agrado y eligieran uno al azar. Regresaron al taller y lo hicieron. Anotaron en cuatro papeles cuatro advocaciones de su gusto: Del ConsueloDe la Esperanza, Del Perdón y Del Remedio

Resultó elegida la Del Remedio y, minutos después, llegó azorado el rector para pedirles que no hiciesen el sorteo porque en el momento de la Consagración sintió que debía hacerse en al altar al finalizar una misa. Ni D. Pedro ni sus hijas se atrevieron a decirle que ya estaba hecho y, al día siguiente, acudieron a misa a la iglesia de Santa Catalina de los Donados para volver a elegir la advocación según quería del rector. 

Y volvió a salir la advocación Del Remedio. Poco a poco se extendió por la zona la devoción al Niño y el particular oratorio, instalado en la trastienda del taller de encuadernación, se convirtió en un lugar de culto para vecinos y viandantes.

Pronto las gracias recibidas por los primeros devotos difundieron su devoción por la capital y gentes de toda clase y condición social se daban cita en el taller para rezar ante el Niño milagroso. Así, desde los madrugadores obreros hasta la más encumbrada nobleza, acudían a postrarse ante el Niño del Remedio que, día a día, con sus innumerables gracias concedidas, iba ganando el sobrenombre de “Santo”. 

Muy pronto llegaron al taller donaciones por los favores recibidos, tanto vestidos elaborados con ricas telas como aportaciones para su culto. Y D. Pedro, emocionado y orgulloso, fue anotando minuciosamente las gracias que le contaban los devotos de su querida imagen. 

Al cumplirse un año de la adquisición quiso ofrecer una novena y, además de prepararla con su acostumbrada minuciosidad, organizó un pequeño coro, solicitó un armonium e ideó la primera procesión del Santo Niño para la que encargó unas pequeñas andas para que fuesen portadas por niños. 

Cada día de esa primera novena rezada ante el Niño, al finalizar las oraciones, niños y adultos recitaban sentidos poemas. El noveno día, cuatro niños de diez a doce años, procesionaron la pequeña imagen por el reducido espacio del taller engalanado para tal ocasión por la familia y los amigos.

En octubre de ese año un matrimonio, cumpliendo una promesa, costeó, dentro del taller, la construcción de un oratorio más amplio que fue bendecido el 1 de enero de 1900. De tan relevante y emotivo acto fue informada la hermana del rey Alfonso XII, la infanta Isabel de Borbón, muy apreciada por los madrileños y popularmente llamada la Chata. Ella no pudo asistir pero sí lo hicieron los marqueses de Castellanos que serían grandes devotos y benefactores de su culto. 

Con el cariño y devoción que ponían D. Pedro y sus hijas en todo lo relacionado con la venerada imagen de su propiedad, en la Nochebuena de 1900 desprendieron al Niño de la peana donde se sostenía de pie y lo postraron en un pesebre de heno para festejar su nacimiento y poder adorarlo como en el Portal de Belén.

Por las tertulias y los mercados del centro de Madrid circulaban las numerosas gracias recibidas y la devoción al Niño del Remedio se extendió imparable. Desde que se abría el taller hasta que se cerraba era continuo el trasiego de personas de toda clase y condición social que entraban a postrarse a sus pies y daban vida a un culto que cada día era más popular. Ante el asombro de la familia, como atraídos por la fuerza de un imán, cruzaban la puerta del taller, con idéntica intención, humildes trabajadores y damas de alcurnia que se apeaban de coches conducidos por lacayos. 

Un buen día, a la una y media de la tarde, la propia reina Regente, María Cristina de Austria, se apeó de su coche, traspasó la puerta y, con suma devoción, se acercó a la venerada imagen para, tal y como confesó a D. Pedro y a su hija, rogar al Niño del Remedio por el bien de España. Al despedirse les pidió que ellos, que habían merecido la predilección de tenerle en su propia casa, se unieran a su petición.

Tras la muerte de D. Pedro Martín se hizo cargo del oratorio su hija Inés, que luchó por el traslado de la imagen a una Iglesia y por la creación de la Cofradía del Santo Niño del Remedio. 

En su testamento legó la propiedad de la imagen al marqués de Castellanos con la condición de que, a su muerte, pasara a la Cofradía. El Marqués y otros benefactores tramitaron el traslado de la imagen a un altar de la iglesia de Santa Cruz, donde siguió recibiendo el culto de sus numerosos devotos mientras buscaban una iglesia que se consagrase a su culto.

 El 3 de marzo de 1917 lograron su anhelo concediéndoseles el usufructo de la iglesia de Santa Catalina de los Donados, lugar muy vinculado a la historia de la imagen pues allí recibió su advocación “Del Remedio”. Cuando estuvieron terminadas las obras del altar para acoger la venerada imagen, se efectuó el traslado con una procesión que recorrió la Plaza de Santa Cruz, la Plaza Mayor, calle de las Fuentes y calle de los Donados.

Desde entonces recibe culto en esta Iglesia convertida en
su Oratorio, lugar que, como antaño el taller de D. Pedro Martín, sigue siendo frecuentado por personas de toda clase social que, con un incesante entrar y salir, mantienen viva su devoción a través de los años y de las vicisitudes de la historia. 

Su fiesta se celebra el 13 de enero, porque antes del Concilio Vaticano II era la fecha fija del Bautismo del Señor. Los días trece de cada mes se baja de su altar para ser venerado por los cientos de personas que hacen largas colas para besar su pie.

La capilla está abierta:
DE LUNES A VIERNES: 
Mañana
De 8:00-13:00 h.
Tarde
De 17:00-20:00 h.
SABADOS, DOMINGOS Y FESTIVOS: 
Mañana
De 9:00-13:00 h.
Tarde
De 17:00-20:00 h.

Oratorio del Santo Niño del Remedio 
C/ Donados 6 
Madrid 28013 
Telf. 91 542 61 12; Fax 91 522 22 67


Oratorio del Santo Niño del Remedio
El oratorio fue construido en 1917 sobre el solar de la antigua iglesia del Hospital de Santa Catalina de los Donados, fundado en 1460 por Pedro Fernández de Lorca, tesorero del rey Juan II y secretario de Enrique IV, con la función de atender a doce hombres ancianos inválidos.

El nombre de “donados” le viene de la vestimenta que llevaban los doce ancianos, y que era la destinada a las personas que habiendo entrado en una orden religiosa no habían profesado. Estuvo bajo el patronato del prior de San Jerónimo del Escorial.

El Hospital estuvo en funcionamiento hasta que en 1856 fue transformado en Hospital de Ciegos dependiente de la beneficencia provincial, trasladándose en 1889 a Vista Alegre.

Demolido el 24 de diciembre de 1893, en su lugar se construyó en 1917 el oratorio actual, una pequeña capilla compuesta de tres cuerpos. En su interior se encuentra la imagen del Santo Niño del Remedio.

La talla del Santo Niño del Remedio celebró el año 1998 el primer centenario de su culto público.
La Imagen del Santo Niño es de finales del siglo XVI. Pero el culto público, la primera novena celebrada ante la talla, fue en Agosto de 1898.

La devoción popular del Santo Niño del Remedio se remonta por tanto a finales del siglo XIX en torno a la imagen del Santo Niño, una talla de niño de piedad, que comenzó a atraer a muchos fieles que ponían a sus pies las necesidades, espirituales y materiales que tenían.

El nombre mismo de "Remedio" caracteriza la piedad que en torno a la imagen se desarrolla. En el Santo Niño se ve a quien es remedio de todos los males, y se busca en él acogida, misericordia y consuelo.

Son muchos los fieles de Madrid y de otros lugares que vienen a implorar del Santo Niño remedio para las diversas situaciones por las que pasan. Esta devoción se centra, por tanto, en la persona misma de Jesucristo, quien, en su vida pública, estuvo siempre rodeado de personas que solicitaban su ayuda para todo tipo de necesidades.