TRIDUO EN HONOR DEL SANTO NIÑO DEL REMEDIO
†
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN PARA
TODOS LOS DÍAS
Señor mío
Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en quien creo, en quien espero, a quien
amo más que a mi vida, más que a mi alma, más que a todas las cosas: me pesa,
Señor, de haberos ofendido, porque sois infinitamente bueno,
misericordioso y digno de ser amado; yo propongo firmemente la enmienda, de
nunca más pecar, apartarme de toda ocasión de ofenderos; prometo confesarme,
cumplir la penitencia que me fuere impuesta, ofrézcoos mi vida, obras y
trabajos en satisfacción de todos mis pecados y prometo también ser esclavo
vuestro y de vuestra Santísima Madre, bajo cuyo amparo deseo vivir y prometo
morir. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
La excelsa Reina de los Cielos, al bendecir con su divina presencia
nuestra Nación, mi alma cree con fe inmensa que no sólo lo hizo para derramar
sobre todos los españoles las fragancias delicadisimas de su predilección, sino
para anunciarnos también que llegaría día en que las oleadas de su amor
maternal serían cristalizadas en una devoción ¡inmensa!, en un faro de luz, que
desde España iluminaría al mundo entero, pulverizando las ambiciones,
desterrando los odios, exterminando las luchas y uniendo todos los corazones
con las dulcísimas cadenas del afecto, del amor y del cariño.
El faro de luz habéis sido Vos, Divino y Santo Niño, al extender vuestra
devoción por otras naciones, desgranando en todos los corazones la esperanza
grandísima de que esta devoción habrá de cicatrizar todas las amarguras, todas
las penas, todos los dolores. Yo así lo espero, y a esta esperanza uno la
especial petición que al rezaros este Triduo, espero alcanzar de vuestra divina
misericordia, si no es opuesta a la salvación de mí alma. Amén.
ORACIÓN PARA EL DÍA PRIMERO
En
vuestra infancia, Jesús mío, vibran sin cesar tres sentimientos delicadisimos,
que nos presentan con claridad portentosa una eternidad de dichas, de
consuelos, de alegrías interminables.
La obediencia, la sabiduría y la ternura son estos sentimientos, que
constituyen las ambrosías ¡más bellas! que cuidó con especial esmero nuestra
amantísima Madre en vuestro Divino corazón.
Ya invoco en esta oración, con el mayor de los fervores, el primero de
estos sentimientos, para que, difundido por todas las inteligencias de los
seres humanos, las inclinen a practicar las admirables enseñanzas de nuestra
sacrosanta Religión.
En esta creencia depósito humildemente la súplica que os eleva mi alma al pediros, Niño Divino, que atendáis la petición que os formulo con el mayor de los respeto. Amén.
(Aquí se hará la petición y
se rezará la Salve y la oración final a la Santísima Virgen).
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida,
dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos
de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea,
pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos;
y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María!
Ruega por nosotros, Santa
Madre de Dios.
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas
de Nuestro Señor Jesucristo.
ORACIÓN FINAL A LA SANTÍSIMA VIRGEN
(Que
se rezará los tres días del Triduo)
¡Virgen,
Santísima!, especial abogada de los pecadores: presentad a vuestro Divino Hijo nuestras
plegarias y humildes súplicas, que espero firmemente serán, por este medio,
atendidas, pues ¿qué pediréis al Señor como Madre que no os lo conceda
inmediatamente? No me abandonéis, Madre querida, en ninguna de mis aflicciones
ni en ninguno de mis trabajos, y sed Vos, Madre mía, quien lleve mi alma al
cielo. Amén.
Se termina con esta
jaculatoria:
V. Preciosísima María, por tu pura Concepción,
R. graba en nuestro corazón, tu
santo amor noche y día.
ORACIÓN PARA EL DÍA SEGUNDO
¡Qué fervor tan grande grabáis en nuestro corazón, ¡oh, Santo
Niño!, al reproducir en nuestra inteligencia las corriente de asombro, de
admiración y de entusiasmo que al escuchar vuestra Divina palabra en el Templo
acariciaban los entendimientos de los doctores, de los ancianos, de los hombres
que el pueblo de Israel consideraba como supremos maestros.
Electrizados por la sublimidad de las santas doctrinas que fluían de vuestras
divinas palabras, aquellas gentes sentían cruzar por sus corazones anhelos que
aumentaban su fe, anhelos que electrizaban sus creencias, anhelos que vertían
en sus voluntades fuerzas, energías potentes para extender los destellos de
vuestra divina sabiduría.
Yo invoco, Jesús mío, estos anhelos, y en ellos deposito el que siente mi alma al suplicaros que os dignéis otorgarnos la merced que os pido en este Triduo, si no es opuesta a la salvación de mi alma. Amén.
(Aquí se hará la petición y se rezará la Salve y la oración final a la Santísima Virgen
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida,
dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos
de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea,
pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos;
y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María!
Ruega por nosotros, Santa
Madre de Dios.
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas
de Nuestro Señor Jesucristo.
ORACIÓN FINAL A LA SANTÍSIMA VIRGEN
(Que
se rezará los tres días del Triduo)
¡Virgen,
Santísima!, especial abogada de los pecadores: presentad a vuestro Divino Hijo nuestras
plegarias y humildes súplicas, que espero firmemente serán, por este medio,
atendidas, pues ¿qué pediréis al Señor como Madre que no os lo conceda
inmediatamente? No me abandonéis, Madre querida, en ninguna de mis aflicciones
ni en ninguno de mis trabajos, y sed Vos, Madre mía, quien lleve mi alma al
cielo. Amén.
Se termina con esta
jaculatoria:
Preciosísima
María, por tu pura Concepción, graba en nuestro corazón, tu santo amor noche y
día.
ORACIÓN PARA EL DÍA TERCERO
Al rezaros este Triduo, Santo y Divino Niño del Remedio, mi alma, por
singular favor de nuestra Madre amantísima, aprecia en toda su esplendidez las
corrientes de ternura que la Reina de los cielos depositaba constantemente en
vuestro Corazón.
Como sublime concepción de las fragancias de los aromas que emanan de
estas ternuras, nuestra Madre idolatrada conforta nuestros corazones,
haciéndonos concebir una visión deliciosa del porvenir.
Vuestros devotos, Jesús mío, en número considerable, las difundirán sin cesar,
cicatrizando todos los dolores, borrando todas las amarguras y haciendo que
sean la base más firme para fusionar el corazón de todas las criaturas con Dios
Nuestro Señor.
Por este amor supremo yo me atrevo a rogaros que escuchéis con benevolencia la petición que formulo en este Triduo. Amén.
Aquí se hará la petición y se rezará la Salve y la oración final a la Santísima Virgen
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida,
dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos
de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea,
pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos;
y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María!
Ruega por nosotros, Santa
Madre de Dios.
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas
de Nuestro Señor Jesucristo.
ORACIÓN FINAL A LA SANTÍSIMA VIRGEN
(Que
se rezará los tres días del Triduo)
¡Virgen,
Santísima!, especial abogada de los pecadores: presentad a vuestro Divino Hijo nuestras
plegarias y humildes súplicas, que espero firmemente serán, por este medio,
atendidas, pues ¿qué pediréis al Señor como Madre que no os lo conceda
inmediatamente? No me abandonéis, Madre querida, en ninguna de mis aflicciones
ni en ninguno de mis trabajos, y sed Vos, Madre mía, quien lleve mi alma al cielo.
Amén.
Se termina con esta
jaculatoria:
Preciosísima María, por tu pura Concepción, graba en nuestro corazón, tu
santo amor noche y día. Amén.